http://www.youtube.com/watch?v=UHfuKqHoIys
Sentado, sus ojos no tenían un rumbo fijo, deambulaban erráticamente en aquel desierto. El rojo resplandor del atardecer no brindaba ningún tipo de alivio a su corazón, no lo sostenía ningún tipo de pensamiento estructurado, solo tenia consigo el peso de su existencia, ni siquiera lo acosaba el peso de la melancolía. Su ligereza lo hacia transitar de un lugar a otro, no sentía pena ante las grotescas imágenes que lo rodeaban, ante antiguos compañeros o ante su terrible memoria. Su juez no tenia ningún tipo de poder en aquella situación, ninguna reflexión o sentir lo acosaba. Extasiado, observaba, sin armaduras, sin escudos, sin armas, totalmente indefenso, abierto y permeable aquella ultima escena. La sombra de los cuerpos y las armas desaparecía y él solo existía.
Tomás I. Ruiz L