lunes, 31 de octubre de 2011

Sebastián

Cabizbajo dormitaba en las oscuras calles de la ciudad, paseando sin rumbo fijo. Hacía solo minutos había estado tan emocionado que aún en su somnoliento paso se evidenciaba algo de grandeza. Caminó tres cuadras hasta llegar a la plaza donde se sentó en un banco mirando fijamente el árbol que solía visitar de niño. Aquel recuerdo solo logró acrecentar su melancolía que se manifestó con las usuales gotas saladas, entonces cubriéndose el rostro con sus manos y sintiéndose miserable exhalo con voz quebrada -Ata tus agujetas Agus que el árbol las puede comer.- Entonces empezó a transitar aquel llanto mezclado con risa, que caracterizaba su  soledad dramática. El temblar de sus piernas se detuvo abruptamente al escuchar un suspiro de un viejo que se había sentado a su lado.
-Estas plazas no son las de antes, antes los chicos podían jugar hasta la noche.- Agustín molesto por la presencia e interrupción del viejo se puso de pie...-No por favor-dijo el viejo levantándose- No abandone usted su dramatismo solitario.-Agustín sonrojado miró al viejo que una vez mas se anticipaba a sus palabras.-Mire señor, se lo digo por experiencia, abandone usted ese molesto proyecto de amor eterno, hay muchos peces en el mar- le dijo sonriéndo. Agustín soltó una carcajada -¿Viene usted a venderme la pócima que solucionará mi desamor? Hace ya mucho tiempo que abandone esa promesa de amor eterno, y hace ya mucho tiempo que deje de conversar con los ancianos desocupados que suelen pasear por las plazas a la noche.- Agustín se dio vuelta para irse pero se detuvo ante una nueva intervención del viejo:
-No tengo ningún propósito más que darle algo de luz a un muchacho desesperanzado.
-No se preocupe usted, la esperanza esta fuera de mi idiosincrasia.
-Pues usted no parece estar fuera de la suya, así que al menos déjeme invitarlo a un cigarrillo-dijo estirando el brazo.
Agustín se sintió seducido por el sabor de unos cigarrillos y teniendo en cuenta que en sus bolsillos solo habían veinticinco centavos se dio vuelta y se sentó seguido del viejo que sacó un paquete de cigarrillos, le dio uno y los prendieron sin emitir una palabra.
-Así que se llama Agustín.
-Desde hace poco, pero no vaya usted a pensar que el cambio de nombre se debe a un cambio de identidad, a una nueva forma de vivir ni ninguno de esos falsos motivos, la única persona que me importa además de mi mismo me llama Agustín.
-Nunca pensé que un cigarrillo logrará desatarle la lengua tan fácilmente. Dígame Agustín, esa persona supongo que no era una mujer por lo que dijo anteriormente.
-Nunca le pude ser fiel a una mujer, ya que nunca he sentido verdadero amor hacia alguna.
-No sería mas sensato decir que no puede amar solamente a una.
-Todo lo contrario sería lo mas insensato, pero presto que la intelectualidad y la sensatez no son muy concordantes en esos asuntos le diría que realmente no lo se, y me importa muy poco averiguarlo.
-Parece que tuviera un amplio conocimiento en esas cosas inútiles de la filosofía.
-Supongo que eso no es ningún alago.
-La juventud, tan propensa al dogmatismo.
-Parece que usted al menos tiene un buen manejo del vocabulario correspondiente.-Agustín en cada exhalación de humo se preguntaba que demonios hacía ahí sentado con ese viejo, pero no sentía tampoco ningún deseo de marcharse.
-En fin... Me alegra haber podido comparitr un cigarrillo con usted Agustín-dijo el viejo poniéndose de pie.
-¿Acaso no va a usted a ahondar sobre mi "soledad dramática"? Pensé que era el propósito de esta charla-dijo Agustín algo molesto.
-La juventud, tan necesitada de atención- dijo el viejo mientras sonreía -lastimosamente debo admitir que yo si declaro a la esperanza en mi idiosincrasia, y debo admitir también que considero que usted se encuentra fuera de ella, de la esperanza quiero decir, aunque de mi idiosincrasia también seguramente.
-Suena sensato- dijo Agustín lazando el pedazo de cigarrillo que le quedaba al suelo y pisándolo.
-Recuerde usted que la sensatez no concuerda con el amor.
-¿Qué esta usted insinuando?- Dijo Agustín mirando al viejo con repugnancia.
-No malinterprete la situación Agustín- dijo el viejo riendo- quise decir que tal vez lo mas sensato no es sentarse con un viejo que no conoce en una plaza que visitaba de chico, después de la muerte de una amiga tan querida como lo fue para usted Ortensia, sin embargo estoy seguro que ella querría que se atara las agujetas antes de subir al árbol.- después de decir eso el viejo dio media vuelta y se fue caminando. Agustín que en esos segundos había sido atravesado por una serie de emociones se puso de pie mirando como el viejo se alejaba, cuando lo perdió de vista se ató las zapatillas sonriendo y se acercó al árbol.


Tomás I. Ruiz L.

jueves, 27 de octubre de 2011

Marrones

-Ya te lo pregunté- le dije mirándola, pensando en lo lindos que eran sus anteojos. Mi cuello palpitaba y mis dedos se sacudían levemente.

Allí estaban, brillando, y allí estábamos, ante el precipicio. Los estallidos rosas del cielo es lo que mas recuerdo de ese horizonte, y el firme y redondo sol, no había viento.

 Solo me di cuenta de la pequeña gota que se deslizaba por mi nariz cuando ya iba a mitad de camino, en ese instante volví. En un pequeño roce la limpió y sonriendo respondió-Ya lo sabes.-Se levanto su labio superior y sus dientes sobresalieron, entonces reímos mientras los gatos bajaban del tejado.


Tomás I. Ruiz L.